sábado, 20 de marzo de 2010

Filofobia: ¿Se le puede tener fobia al amor?


PM., 19-03-10.

Sentirse enamorado ya no es algo a lo que todos aspiren. Por distintas razones puede ocurrir que alguien renuncie al sentimiento más profundo que se pueda experimentar. Es una idea que ha rondado la discusión en muchos espacios, pero finalmente la necesidad supera a la opción porque ningún ser humano de carne y hueso puede vivir sin amor.

El amor es un elemento cultural y un asunto muy serio que “requiere de personas maduras, de audacia y valentía para atreverse a conocer al otro”.

Por Carola Inostroza.


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Casi cualquier persona diría que el amor es un sentimiento intrínseco de los seres humanos, pero algunos han llegado a pensar lo contrario. Tanto por complicaciones derivadas de trastornos psicológicos como por opción personal, ellos han dejado de sentir esta emoción. ¿Por qué tan así?

Pese a que la filofobia no es un término avalado oficialmente, recientemente se ha comenzado a usar para identificar el temor o miedo irracional a enamorarse o a vincularse sentimentalmente con otro y que es relacionado con la fobia social, enfermedad ampliamente estudiada.

“Lo que yo he visto sobre la filofobia es que en vez de presentar esta fobia social en un espectro más amplio- esto es, un temor a tener cualquier tipo de encuentro social- se singulariza la posibilidad de tener un encuentro amoroso o una relación sentimental”, aclara Domingo Izquierdo, psicoanalista y psicólogo clínico de la Universidad Andrés Bello.

Hay muchos motivos que generan este trastorno y muchas son las teorías que explican estas conductas. Se dice que estas personas filofóbicas eligen relaciones imposibles donde nunca podrán enamorarse o huyen de quien pueda sentir una atracción importante. Y pueden llegar a expresarlo incluso físicamente con sudación, latidos irregulares, falta de aire y otros síntomas. Ellos actúan de esa forma, según el psicoanálista, debido a que “tuvieron experiencias traumáticas en su infancia o fallas vinculares tempranas importantes, que luego tienden a repetir en nuevos vínculos afectivos”, señala Izquierdo.

Se habla de una alteración que requiere tratamiento tanto con psicoterapia como con medicamentos con ansiolíticos específicos para frenar este temor hacia el amor y hacia el otro, “configurado por muchos elementos psicopatológicos serios que alteran el funcionamiento normal de una persona y generan un detrimento en sus funciones personales”, explica.

No obstante, la falta de amor en muchos no se debe solamente a perturbaciones a nivel psiquiátrico. La distinción es clara entre los que “no se enamoran por tener una fobia de los que tienen un temor al compromiso o tienen dificultad para encontrar pareja y otros que por opción de vida deciden no tener relaciones amorosas”, distingue Izquierdo.

Tal como lo comprobó un estudio realizado por Parship, una agencia online líder en relaciones estables, más de 8 millones de personas son solteras en un país de 40 como es España. Pero tal tendencia no se limita solamente a países europeos. Hablamos de los “singles”, dispersos alrededor del mundo que muestran una “independencia afectiva, un deseo de no estar con alguien porque no hay presión, porque están bien solos y disfrutan con la familia, amigos y viajan o salen con total libertad”, afirma Leticia Brando, psicóloga uruguaya y single coach de Parship.

Brando quien también es autora de “Las mujeres y hombres que no aman demasiado. La hipermodernidad y las consecuencias de los cambios de roles” (2009)- que se espera llegué a Chile próximamente -trató de buscar respuestas a este fenómeno que ha hecho desplazar la importancia del amor en la vida de una persona y que ocurre principalmente en ciudades occidentales con un alto número de población.

Los solteros identificados en España, también fueron encontrados en otros países como México, Estados Unidos, Uruguay y Argentina, los cuales sirvieron a Brando para mostrar que hay solteros porque quieren y por mucho tiempo. Ellos, como nadie, gozan de un individualismo “galopante y creciente” y que es signo de los cambios culturales que actualmente vivimos y de la hipermodernidad que estamos experimentando.

Puede ser miedo, indiferencia o inmadurez pero lo cierto es que hay muchas personas que ya no buscan el amor como antes. Según Brando, ahora impera vivir el día a día muy deprisa “con muchas actividades multiocupación y que reflejan el hedonismo que no deja tiempo para el amor que requiere proyección, futuro y tiempo”, indica, y que es configurado, además, por un avance en las tecnologías de información que “ha acortado el tiempo y el espacio para comunicarse, además de no estar presentes físicamente”, dice.

El amor ha comenzado a perder su sitial aspirado por todos los seres humanos, sin dejar de confundir con “enamoramiento” o atracción sexual “que hace que mucha gente pase esta primera etapa muy de taquicardia, muy de hormigueo en el estómago, pero que no logra conocer a la otra persona en todas sus virtudes y sus defectos”. El amor es un elemento cultural y un asunto muy serio que “requiere de personas maduras, de audacia y valentía para atreverse a conocer al otro”, sentencia Brando.

Este escenario parece augurar un final estrepitoso de aquel sentimiento que nos distingue como seres humanos. Sin embargo, los especialistas ponen paños húmedos a esta tendencia porque efectivamente nadie puede vivir sin amor durante la vida. El abandono del amor es un fenómeno “transitorio y remontable” como afirman Izquierdo y Brando.

La psicóloga uruguaya es optimista frente a estas personas que eligen no tener amor en sus vidas porque “hasta las personas más difíciles buscarán y encontrarán amor aunque suene tradicional”. Brando reconoce que existen factores propios de nuestros tiempos modernos que impiden desarrollar el amor en toda su magnitud pero llama a revalorar esos elementos genuinos que nos mueven a seguir viviendo.

“Es una etapa transitoria, debido a que en el fondo todos quieren terminar sus días con un compañero de ruta porque el hombre es un ser social. Para crear todo lo que tenemos ahora el hombre necesita unirse en cooperación, solidaridad, generosidad y estos valores que son muy positivos tienen al amor como el sentimiento más importante. Es lo que nos da sentido a nuestra vida”, manifiesta Brando.

jueves, 4 de marzo de 2010

El veinte por ciento de la población afectada por el sismo puede sufrir estrés postraumático.


EM., VCyT, 03-03-10.

Psiquiatras del Hospital Clínico de la UC llaman a los chilenos a limitar su exposición a imágenes acerca de la catástrofe y a retomar la rutina.

Por Pamela Elgueda.

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¿Irritable? ¿Despierta un par de horas en la noche? ¿Tensión? ¿Sensación de tristeza? ¿Angustia? Es natural que los habitantes de las seis regiones de Chile afectadas por el terremoto del sábado experimenten todo esto.

Y lo más probable es que la mayoría de ellos vuelvan a sentirse bien dentro de una semana o dos, explicaron ayer los doctores Matías González, Rodrigo Figueroa y Bernardo Pacheco, psiquiatras del Hospital Clínico de la Universidad Católica.

Pero el 20% de ellos, en particular quienes estuvieron más cerca del epicentro del terremoto y los rescatistas, tienen riesgo de enfermar mentalmente, o sea sufrir estrés postraumático.

Para todos quienes vivieron el trauma del terremoto, y sobre todo para los más vulnerables a enfermar, los especialistas entregaron una serie de recomendaciones. Éstas son parte de una propuesta de modelo de apoyo psicológico en desastres, publicada en la última edición de la Revista Médica de Chile.

Hablar, sin obligar.

Lo primero es limitar la exposición a imágenes y noticias relacionadas con el terremoto. "Esta recomendación va especialmente para el caso de los niños, que pueden llegar a experimentar estrés por este motivo", dijo el doctor Figueroa.

Hay que retomar con prontitud la rutinas anteriores al sismo. "En el caso de los niños, hay que mantener sus horarios y asegurarse de que descansen y tengan espacios para jugar", agregó el doctor Pacheco.

Relatar la experiencia vivida hace bien en la medida en que no sea una imposición. "No se debe obligar a las personas a hablar, porque el duelo que ellas deben vivir tiene un proceso con distintas etapas que cada persona vive en tiempos diferentes", afirmó el doctor González.

Lo mismo corre en el caso de los niños: sus preguntas hay que responderlas con la verdad, pero de manera sencilla y sin tecnicismos que no entiendan y los lleven a sospechar cosas peores.

Los signos que indican que un niño puede estar experimentando estrés postraumático son llanto persistente, angustia, pesadillas del terremoto, irritabilidad, incontinencia urinaria y relatos reiterados de lo que pasó.

En el caso de un adulto, si en dos semanas más la sensación de malestar persiste, es mejor preocuparse. Y si hay dudas, los psiquiatras sugieren hacerse cuatro preguntas:

1.-¿Ha tenido pesadillas o pensamientos acerca del terremoto cuando no desea pensar en él?
2.-¿Ha intentado evitar situaciones, personas o lugares que le recuerdan el terremoto?
3.-¿Ha mostrado estar de manera permanente en alerta, a la defensiva o con sobresaltos ante cualquier ruido fuerte?
4.-¿Se ha sentido emocionalmente apagado o desapegado de los demás, de sus actividades o de lo que le rodea?

Si responde "sí" a dos de ellas, se recomienda consultar a un especialista.

lunes, 1 de marzo de 2010

Las réplicas psicológicas del terremoto se salvan compartiendo los miedos y angustias.


EM., VCyT, 01-03-10.

Ante la angustia, la pena y la incertidumbre que deja un terremoto como el que sacudió a medio Chile la madrugada del sábado 27 de febrero pasado, juntarse con otros y hablar de lo vivido, sin esconder las emociones, permite sentirse acompañado y reducir el estrés crítico que afecta a las víctimas de esta catástrofe.

Por Pamela Elgueda Tapia.


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Una pena compartida es media pena. Así lo entendieron vecinos de la villa Plaza los Toros, en Puente Alto, quienes la noche del sábado organizaron un asado comunitario para conversar de sus miedos, penas y pérdidas después del terremoto que afectó a seis regiones del país en la madrugada del sábado.

Quizás intuyeron que hablar de las experiencias traumáticas y de los sentimientos que éstas causan "permite transformarlas en un aprendizaje y cerrar el duelo que provocan", explica Susana Muñoz, psicóloga y directora de Serbal, Centro de Desarrollos Sistémicos.

Porque esos minutos de horror dejaron huellas no solamente en casas y calles, sino también en las mentes de los miles de chilenos que perdieron bienes y familiares. Ellos son, lejos, los que más contención emocional necesitan, porque el riesgo de experimentar estrés postraumático está a la vuelta de la esquina.

Mejor en grupo.

"Es como una pesadilla de la que uno quiere, pero no puede despertar". Quien dice esto sabe de lo que habla: es una de las 120 personas que vivían en un edificio de departamentos en Maipú que resultó destruido por el terremoto.

Ella, sus vecinos, y los miles de chilenos que sufrieron pérdidas directas por el terremoto necesitan más que nadie apoyo psicológico, afirma Ana María Arón, directora del Centro de Buen Trato de la Universidad Católica y coordinadora del diplomado y de un equipo de Intervención en Crisis.

Con la experiencia que le da haber trabajado con diversas poblaciones afectadas por grandes catástrofes, la psicóloga explica que es esencial transmitir mensajes de seguridad a quienes lo perdieron todo la madrugada del sábado.

"Hay que decirles que existe una organización que está trabajando por ellos, que hay personas preocupadas por lo que les pasa, porque la sensación de desamparo es la que activa las reacciones más primitivas que tenemos los humanos después de una catástrofe", advierte, y pone como ejemplo los saqueos producidos ayer en Concepción (ver recuadro).

Algo tan simple como dar indicaciones de hervir el agua o hacer lavaza y ponerla junto a los balones de gas para asegurarse de que no hay escapes ayudan a crear esa seguridad, dice la especialista.

En todas partes, y sobre todo en aquellos lugares donde no están llegando los medios de comunicación, hay que apelar a las organizaciones de locales. De hecho, éstas fueron las primeras que se activaron para ir en ayuda de los más afectados y cuentan con el respeto de las personas.

"Buscar a los líderes, a los interlocutores válidos para la gente. Al párroco, al pastor, a los profesores, a las juntas de vecinos; ellos pueden armar grupos de contención psicológica para quienes están viviendo un estrés crítico", agrega Ana María Arón.

Rituales de duelo.

Esos grupos de contención ayudan a hacer el primer apoyo. Y es esencial que lo hagan para que este estrés inicial no enferme a la persona. "Cuando tienes la posibilidad de ser contenido por un grupo y darte cuenta de que lo que te pasa a ti también les pasa a otros, en vez de asustarte y pensar que te estás volviendo loco, normalizas la situación".

En esos grupos, dice la especialista de intervención en crisis, hay personas más "enteras" que otras que ayudan mucho a los que les está costando más recuperarse emocionalmente. "Obviamente que le creerán más a sus pares que a una persona que no vivió lo mismo que ellos".

Elaborar el duelo de las pérdidas que han sufrido es fundamental en este proceso. "Pero lo más probable es que no se den el tiempo de hacerlo, porque tienen que alimentar a sus hijos, sanarse de una fractura, trabajar, etc.", agrega Susana Muñoz.

Ahí es donde el grupo nuevamente puede ser una compañía fundamental: "Hay que elaborar rituales de duelo colectivo, donde la religión ayuda mucho, pero que también pueden hacerse en reuniones donde se recuerde a quienes murieron".

También que las personas tengan la oportunidad de enterrar a sus muertos no en fosas comunes, sino que en sepulturas separadas y con ceremonias que los honren.

La directora de Serbal agrega que para que las personas puedan hacerse cargo de este duelo es esencial que tengan satisfechas sus necesidades básicas. "Es bien difícil que se puedan poner a pensar en sus emociones y sentimientos si están pasando hambre y viviendo en la calle".

Después de estas vivencias, en esta elaboración del duelo es probable que las personas se sientan victimizadas y resentidas. "Por qué a mí y no al del lado. Y eso puede permanecer anclado en la mente de la persona, que se lo va a cobrar al mundo a través de actos de destrucción", advierte Susana Muñoz.

Ese sentimiento, agrega, se puede bloquear reflexionando acerca del sentido que tuvo para la persona sufrir esta catástrofe. "Esto no es simple, porque es difícil encontrarle sentido a una desgracia de esta magnitud. Pero se puede hacer, y lo más probable es que pase al menos un mes para eso".

Parálisis o ataque.

Ante un evento catastrófico, las personas reaccionan paralizándose, huyendo o atacando. Algo que se transforma en una actuación más elaborada, sólo cuando se tiene la seguridad de que alguien irá en su ayuda. "Por eso, es probable que quienes participaron en el saqueo buscando alimentos (distinto al pillaje, de los que sacaron televisores o alcohol) lo hayan hecho porque sentían que nadie se estaba preocupando por ellos", dice Ana María Arón, experta en Intervención en Crisis.

La psicóloga Susana Muñoz añade otro dato: "Ante la agresión inespecífica, no controlable, aparece una ansiedad de puja y de descomprimir la tensión, de llenar la incertidumbre".

Esta misma necesidad pudo haber empujado a muchos santiaguinos a hacer largas filas en bencineras y supermercados para abastecerse de productos que no necesitarán. "En tiempos de catástrofe se exacerban las ganas de comer y la sexualidad, porque se destapa el instinto de conservación", agrega Susana Muñoz.

Es normal.

Tener olvidos o confundirse es normal después de sufrir un evento traumático como el de la madrugada del sábado. También se pueden sentir trastornos físicos, como angustia, taquicardia, sudoración de manos e incluso estar hiperreactivo. "Eso significa desde sentir que tiembla cada vez que pasa un auto, hasta reaccionar mal por lo más mínimo", dice Ana María Arón.

Hablar con los niños.

No ocultar las emociones y hablar con la verdad. Ésa es la principal sugerencia que hace la psicóloga Susana Muñoz, cuando se trata de explicar lo que pasó a los niños. "Adaptar el lenguaje para ellos y dejarlos hacer preguntas y expresar sus emociones baja su ansiedad y miedos, que se alimentan con la falta de información".

La escuela también es una aliada fundamental. "El primer día de clases no debe partir izando la bandera, como si nada hubiera pasado", afirma Ana María Arón. "Hay que recordar lo que pasó, empatizar con la pena o el miedo que todos están sintiendo y validarlos", agrega.

La experiencia que su equipo de Intervención en Crisis tuvo después del aluvión ocurrido en Antofagasta, en 1991, dice que a los niños hay que hablarles del tema. "Así pueden cerrar etapas y seguir adelante".